08 marzo 2013


Amelia
Amelia Gómez era una mujer bastante normal, a sus cincuenta años de vida no aspiraba a otra cosa que dar a sus hijos una buena educación para que pudieran buscarse la vida con las menos complicaciones posibles, y para ello lo primero que tuvo que hacer es quitarse a un marido borracho y maltratador.
Amelia se levantaba todos los días, de lunes a domingo a las cinco de la mañana para ir a limpiar primeramente a casa de unos señores y dejarles la comida preparada, eso le ocupaba cuatro horas de la mañana, las otras cuatro las ocupaba en diversas tareas, desde sacar ancianos a pasear hasta pasear algún perro al parque. Pero aún así Amelia era una mujer feliz, su pensamiento era; “Si otros están peor que yo,”   con ver a sus dos hijos felices y estudiando era bastante para ella, y eso que Amelia para sus cincuenta años no era mujer que estuviera nada mal, si acaso tenía unos kilitos de más, pero eso no le importaba. Alta con una melena negra que le llegaba hasta la cintura y un imponente físico, ya que con sus ojos verdes almendrados que destacaban en una tez morena, era una mujer llamativa, siempre pasaba por una obra a las siete de la mañana y siempre como cada mañana se llevaba los piropos de José un albañil cincuentón, hasta una carta de amor que Amelia rehusó por miedo a su anterior fracaso le escribió el tal José. Pero no penséis que Amelia estaba triste, ella trabajaba mucho si, pero le compensaba el haberse librado de un marido cabrón, y para ella el haberse quitado el miedo que le tenía ya era una batalla ganada.
Para Amelia pasaron los años poco a poco, casi sin enterarse trabajando sin descanso y sin apenas tiempo para ella, nunca se quejó ni protesto. Lo mejor que le paso fue cuando se graduaron los gemelos, uno en derecho y otro en económicas, en ese momento Amelia vio su recompensa a tanto esfuerzo durante años de duro trabajo, y desde entonces Amelia fue un poco más feliz.
Ahora Amelia ya no trabaja, se la llevo uno de sus hijos a Canadá, allí vive feliz junto a su familia con dos nietos encantadores que llenan todo su tiempo. Al otro hijo lo tiene cerca ya que vive en el norte de Estados Unidos. José el albañil también vive con ellos, las cartas de amor que le enviaba hicieron su efecto,
             “Querida Amelia te escribo pensando en tu mirada, en tu andar, en la manera
               de atusarte el pelo y en la manera de cómo me sonríes al pasar. Imagino una
              vida maravillosa a tu lado, cuidándote, mimándote y colmándote de atenciones,
              imagino una vida amándote a todas las horas del día, y que para nosotros siem-
            pre sea San Valentín.”
Amelia por fin fue feliz en la vida.
José Manuel Angulo García
 Zaragoza 8 de marzo de 2013
A todas las mujeres, que todos y cada uno de sus días sean el día internacional de la mujer.

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